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Relato de autora

Publicado en por JAIME NOTARIO

Volvemos a cargar las pilas para la recta final del curso. Hemos disfrutado de unas vacaciones yo creo que merecidas y ahora toca volver con ilusiones renovadas.

Para empezar la traducción al español de mi regalo, bueno más bien del regalo de la compañera de 2ºbachillerato. Pero que relato más bonito he podido leer. De lo mejor que he leído en el último tiempo.Gracias a Prado (profesora de inglés) que ha traducido el texto y por enseñar a escribir en inglés.

Los personajes y sucesos de esta historia son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Una fría mañana, iba yo caminando por una amplia calle en el mundo imaginario de mi imaginación. Un día inexistente como cualquier otro.

Pasé por el inexistente banco nacional, donde se almacenan todos los antiguos recuerdos, y me dije a mí misma: voy a entrar a revisar algunos recuerdos de mi infancia. Así que entré al banco, pero había algo extraño. Porque, como es sabido, los bancos inexistentes tienen normalmente bastante jaleo, abarrotados de gente inexistente yendo y viniendo con cajas llenas de recuerdos para almacenar.

Pero ese día inexistente era diferente. Había una quietud total, no había banqueros inexistentes a la vista. Era como si todo el mundo se hubiera marchado. Pero entonces oí un pequeño ruido, sonaba como el tic-tac de un reloj. Así que empecé a buscar el origen del sonido. Efectivamente, se trataba de un reloj, uno de esos grandes relojes de madera con un péndulo. Estaba en medio del gran hall de entrada. Nunca había imaginado algo así, así que me sorprendió encontrármelo allí.

Entonces me di cuenta de algo de lo que no me había percatado al entrar por la puerta: el banco parecía viejo, casi en ruinas; y el tic-tac continuaba como sonido de fondo. Me miré las manos, y ya no eran jóvenes y ágiles, estaban llenas de arrugas.

Me entró pánico, era como si mi vida entera hubiera pasado sin que yo me diera cuenta. Caí al suelo llorando como la niña pequeña que ya no era. Y allí, en mi solitaria mente rodeada de oscuridad, habría sido muy fácil rendirme y quedarme allí compadeciéndome a mí misma por lo que había perdido.

Pero no fui cobarde, así que hice un enorme esfuerzo para ponerme en pie y ordené a mis piernas que se movieran hacia la salida. Iba a encontrar dónde estaban el resto de mis recuerdos.

Crucé la amplia avenida, con un único pensamiento en mi cabeza: no descansaría hasta que encontrase mi vida perdida. El sonido del reloj uniéndose a mí en mi búsqueda. Porque el tiempo pasa, incluso en los mundos inexistentes.

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